Birdman- La inesperada virtud de la ignorancia
Por Silvia Koval de Eliaschev
“Birdman”, o “La inesperada virtud de la ignorancia”, un título interesante para este film estrenado en Octubre del 2014 y ganador de cuatro estatuillas en la última entrega de los Oscares de la Academia de Hollywood.
El film comienza con un texto de Raymond Carver escritor norteamericano y autor a la vez de la obra que luego descubriremos, nuestro protagonista en la ficción, intenta producir, dirigir y actuar; y que claramente nos aleja de la representación de aquellas historias de superhéroes maravillosos que acompañaron nuestra infancia. La idea es la puesta en escena de un teatro en serio, al mejor estilo de Broadway.
Se trata de una producción encuadrada dentro de los límites de la comedia negra, que intenta ironizar, tanto con la concepción del cine actual, como con todo aquello que las redes sociales y otros modos de la realidad actual nos imponen en lo cotidiano jerarquizando un mundo donde predomina la importancia de lo inmediato y un tipo de pensamiento sesgado hacia “lo concreto”.
En la búsqueda de un destino diferente, el protagonista invierte todo su esfuerzo y sus ahorros para hacer teatro serio en Broadway, pero la realidad concreta lo desalienta.
Y es allí cuando su pasado de éxitos en la pantalla grande como un superhéroe (Birdman) se convierte en su más depravado perseguidor.
Aparece entonces una voz en off que dirige al protagonista, al modo de una “alucinación” qué inevitablemente nos hace conectarnos con un dolor “mudo”, el de un sujeto que vive torturado y a instancias de un superyo que no perdona.
Poesía y representaciones simbólicas se entremezclan desde el inicio, sugiriendo también una puesta diferente que nos permite pensar en un cine inteligente, que se aleja de las representaciones espectaculares y los efectos especiales.
Se trata de una película fuerte que profundiza con aquello inherente a lo más profundamente humano. Transitarla no es sencillo, como tampoco lo es, entender las claves de lo que se configura como una corrosiva sátira al mundo de la actuación y sus conflictos.
Algo de “magia” y una supuesta capacidad del protagonista para manejarse con superpoderes, nos conectan con un aspecto velado, la angustia de este actor frustrado que quiere cambiar de posición en un mundo que solo lo reconoce por actuaciones taquilleras y que además el mismo descalifica.
Esta historia de viejos éxitos y de un pasado que “no perdona” parecería quedar configurado en la cámara que siempre esta detrás, generando por momentos un clima de ahogo y persecución.
Muy destacable el duelo actoral entre M.Keaton y E.Norton (ambos actores en la ficción). Este nos conecta con un modelo típico en algunas relaciones humanas, en las que celos y competencias escenifican el poder de un narcisismo exacerbado.
Interesante también el tratamiento del vínculo con la única hija de un matrimonio frustrado en el pasado y que el protagonista no termina de duelar.
La película oscila entre la realidad y la ficción sin límites precisos, lo que “autoriza” al espectador a hacer innumerables interpretaciones acerca de un final posible.
Con buenas actuaciones se trata de un filme interesante a la hora de reflexionar acerca de la condición humana y su destino.